“El acto sexual es un hecho biológico, pero ya ni siquiera es necesario encontrarnos en él para reproducir. Se ha convertido en una invención humana, una forma de arte o técnica que ya no tiene una excusa biológica".
D. Cornenberg.
Una acusación que reciben frecuentemente las películas de David Cronenberg es la de ser pornográficas. Cronenberg respondió, con respecto a Crash, que una película no es pornográfica por el hecho de incluir una sucesión de escenas amatorias, sino por cumplir con otros requisitos: por ejemplo, que dichos actos eróticos lleguen a buen término, mostrando la satisfacción de los amantes.
Las perversiones sexuales o parafilías, son perversiones cualitativas de funcionamiento erótico; traslocaciones del instinto que implican la presencia de conductas sexuales anómalas y aberrantes tales como; fetichismo, exhibicionismo, voyerismo, sadomasoquismo, zoofilía, homosexualidad, incesto, pluralismo, felación, onanismo, etc.
En lo normal, existe bastante ambigüedad y confusión, debido a que se utiliza el término para designar indistintamente a lo que es frecuente y habitual (criterio estadístico) y lo que es de acuerdo a su propia naturaleza (criterio normativo). Lo normal entonces, en el hondo sentido antropológico del termino, no se refiere a lo que es corriente o a lo que es vulgar sino a lo que es como debe ser.
Es importante tener en claro que la sexualidad del hombre y de la mujer, si bien son complementarias no son equivalentes, y que, existen, entre ambas, diferencias profundas y significativas, que no obedecen a prejuicios psicobiológicos. Desde luego y como respuesta instintiva, la sexualidad del hombre es esencialmente imaginativa y óptica y la de la mujer sensorial y táctil. La sexualidad masculina, además es inmediata y en cierto modo refleja; despierta con la fantasía o con la visión estimulante del cuerpo de la mujer. La sexualidad femenina, en cambio, es más mediata e indirecta y requiere de una previa estimulación erótica (actitud, lenguaje y caricias corporales, etc.). Pero si bien las diferencias tienen un fundamento genético, también pueden ser influidas por la cultura. Así el actual hipererotismo publicitario y cinematográfico de nuestra época entorpece la plena madurez sexual tanto del hombre como de la mujer. Curiosamente el hipererotismo, al igual que la pornografía, no estimula sino que más bien inhibe el vigor de la sexualidad, particularmente en personas normalmente maduras, por una especie de saturación y de fatiga sexual.
El hipererotismo de nuestra cultura -en los límites de la sexsolatría- del mismo modo que el puritanismo, aunque por un camino diferente, desvincula el sexo del amor, disminuyendo de este modo su vigor original, abriendo la puerta al fracaso, a la frustración y al desencanto. El puritanismo de épocas pasadas separó el sexo del amor, por considerarlo sucio y animal. El hipererotismo actual también lo separa, por considerarlo un bien en sí mismo, habiéndose llegado a plantear que entre los derechos del hombre, debiera incluirse el derecho al orgasmo.
Lo asombroso y paradojal de esta especie de inversión de los valores éticos frente al sexo es que ha generado un nuevo tabú sexual el clásico y victoriano fue el de "no ceder a los impulsos del deseo" y el del hipererotismo actual, el de no "atreverse a mostrar libremente la libido", lo que constituiría un nuevo complejo erótico; la conducta "inmoral" y "patológica" de la "represión sexual". Curiosamente, el puritanismo buscaba el amor "sin caer en lo erótico" y el hiprerotismo busca el sexo "sin caer en el amor".

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