LOVECRAFT.
“vinieron un día los hijos de Dios a presentarse delante de Yavhe, y entre ellos estaba Satán”
Job, 1,6.
“En el cine de terror, lo terrorífico o lo horrible es aquello que oscila tenuemente entre dos opciones: por un lado, la cotidianidad, la normalidad de la que parece nacer (códigos lingüísticos y sociales accesibles para todos); por otro, el magma de lo inconcebible que emana de esa situación primera (ruptura de esos mismos códigos)”. En otras palabras lo ‘normal’ esconde lo siniestro y lo conocido conduce a lo desconocido, pero sin necesidad de fronteras ni límites. Las formas aparentemente opuestas van moldeándose entre sí, fluyen con libertad partiendo de lo ‘familiar’ para llegar a lo ‘extraño’, de manera que ‘lo desconocido’ no opera como mundo aparte con respecto a lo conocido, sino que acaba constituyendo su perfecto reverso. Para lograr esta construcción el cine de terror, como la literatura, organizan sus esquemas alrededor de ciertas figuras centrales, ya sea mostrándola por transformación (la mayoría de los llamados ‘monstruos’) o en el propio interior de la mente humana (la locura, la psicopatía), en el fondo las dos temáticas del género como tal.

En el caso del film en estudio, tenemos presente el recurso de nacer desde lo bello y lo cotidiano, como lo es Reagan, (interpretada por Linda Blair) quien sufre la posesión del demonio, que la convierte en un ‘nuevo’ ser, dantesco, abominable, maligno, pero que su madre, aun ve como su hija.
Incluso aún, cuando el único personaje que uno podría esperar que avance, en la consecución de un final, el joven Padre Karras, interpretado por Jason Miller, quien hace lo imposible por disuadir a Ellen Burstyn, agnóstica, de que su hija está poseída por el demonio. Para ese entonces, Karras ya le ha confesado a otro joven sacerdote haber comenzado a perder su propia fe y se nos presenta como un personaje confundido, casi huido y desesperado. Porque se da cuenta que los problemas que debe enfrentar con su congregación son demasiados para un solo hombre, sobre todo cuando se trata de alguien que descuidó a su propia madre en los últimos días de su vida.
Una de las razones por las que esta película ha tenido tanto éxito es que la idea del demonio, que introduce la idea de lo siniestro, surgida del Psicoanálisis de Freud, quien postula que “todo aquello que se opone a lo íntimo, secreto, familiar, hogareño o doméstico, y que, por lo tanto, incide en el terreno de lo desasosegado, lo oculto que sale a la superficie en un momento dado…”, se ha tratado de una manera tan intangible como el alcance de nuestra imaginación: ¿Cómo NEGOCIARÍA el demonio con nosotros si nos confrontáramos? Leyéndonos el alma, descubriendo cualquier secreto que tuviéramos cuidadosamente escondido y vomitándolo luego contra nuestros rostros cual munición espiritual.
En este mismo sentido, cuando uno ve a Regan, en las primeras escenas mostrándose, como una niña plácida, por los alrededores de su casa, junto a su madre y recordamos la imagen encantadora que irradia, y más tarde, al verla poseída y transformada en una criatura tan horrible, hace que uno quede totalmente perturbado y olvide todo lo que había visto antes de ella. Además, en el reparto de Max von Sydow también cuenta con un cura entrado en años, quien viene a completar el trabajo que el Padre Karrashabía iniciado. -Von Sydow ha sido el guerrero espiritual de Ingmar Bergman en muchas de sus películas que trataron la naturaleza epistemológica del universo-. Tampoco podemos dejar de reconocer el trabajo de Mercedes McCambridge en su creación de la voz del demonio.
El Exorcista es una de esas películas que ha logrado la mejor iluminación y fotografía de todos los tiempos. El recurso de las sombras es brillante; con tonos moderados (se tratan las cosas simples, como mostrar un corredor iluminado, mas ver la escalera distante al FINAL del corredor oscuro… es todo un tema muy sutilmente espectral) aunque increíblemente evocador. Quiero decir, hasta las sombras -tomadas desde tan- cerca tienen colorido. El Director de Fotografía, Owen Roizman, creó las tomas de El Exorcista. Entre los trabajos de Roizman se incluyen recordados títulos como The French Connection, Network, Tootsie, Three Days of the Condor, The Electric Horseman y Havana. En esta película cuya realización duró 180 días, tres veces más que lo usual, sólo el exorcismo demandó tres meses de filmación; incluso. Esto se debió a que el director William Friedkin quería lograr una realización visualmente clara de las escenas en las que el espíritu satánico, que se hallaba en el interior de la chica poseída, había transformado el dormitorio en un sitio insoportablemente frío. Este dormitorio, todo un set refrigerado, fue construido sobre un escenario con acondicionadores de aire que funcionaron toda la noche para disminuir la temperatura a cuarenta grados bajo cero. De esta manera, al encender las luces a la mañana siguiente, la temperatura subía a casi cero grado, es decir, se obtenía la ambientación necesaria para que se pudiera ver el aliento congelado del actor. También se conservo la humedad muy alta. Fue un trabajo increíblemente desagradable e incómodo, para los actores. Los primeros planos se realizaron con sistemas discoláser de imagen congelada para mostrar los destellos de la cara de Satanás, que Friedkin insertó en forma casi subliminal en dos cuadros, y para mostrar una doble exposición sutil, en la que el espíritu del demonio parecía espiar a través de los ojos de Blair. También se ven cuadros aislados, medio subliminales: cuando el cura sueña con su madre, que aparece desde el metro, aparece un cuadro aislado de la cara (de Eileen Dietz) en blanco y negro, haciendo muecas. También hay otros dos momentos en los que esta imagen presuntamente aparece: cuando Regan, tendida en la cama, gira para mirar al Padre Merrin y al Padre Karras y justo después de la escena del giro de la cabeza.
El reestreno del film, presenta once minutos que no estaban en el corte de 1973. Estas escenas giran en torno al debate acerca de la existencia de la posesión demoníaca en el siglo XX. Dado que la mayor parte de los registros acerca de posesiones demoníacas y exorcismos datan de la edad media. La interpretación de aquellos síntomas, presentados por Reagan han cambiado desde Freud para acá, tomando en cuenta los avances de la medicina, pueden entenderse como una gran variedad de diferentes enfermedades, desde histeria hasta epilepsia. Sin embargo, la discusión en torno a la existencia del bien y el mal no está reprimida ni mucho menos. El hecho de que diferentes religiones tengan diferentes aproximaciones al problema es sólo una cuestión de forma con respecto al tema de fondo.

Por otro lado, una parte importante del nuevo metraje gira en torno de las discusiones entre el padre Karras y el teniente Kinderman (policía casi salido del cine negro) que dan sentido a las crisis de fe de uno y las pesquisas del otro. Incluyendo además, escenas de terror que giran en torno a la superposición de imágenes del rostro del demonio, que el padre Merrin estudiaba en Iraq, escena importante desde el punto de vista, por que es aquí cuando comienza a manifestarse la presencia del mal cuando encuentra un objeto entre las excavaciones, o como propuso Weber; “cuando atribuimos a objetos virtudes extraordinarias, dotados de una suerte de ubicuidad, difícilmente representables, con gusto encontraremos en estas concepciones un aire misterioso”, esto al inicio del film, que se traspone con las de la habitación de Regan, cuando el demonio se manifiesta en ella. Otro aspecto importante es el giro que hace Friedkin al modificar el origen de donde surge la presencia del mal, cambiándola desde el sótano al ático, pues esta concepción del origen del mal provenía desde tiempos Medievales, concebida desde el cristianismo; en donde el mundo se divide en tres esferas abajo el infierno, en el centro el mundo terrenal y sobre este el cielo.
En el aspecto socio-politico, Estados Unidos, vivía el fin de una situación critica la Guerra contra Viet-Nam, con Nixon a la cabeza de un gobierno de clara tendencia represora, internamente (incluso dentro de la película de Friedkin, sé esta rodando una película en donde un grupo de estudiantes protesta), e imperialista en su política exterior (intervenciones en diferentes países Latinoamericanos). En efecto el malestar social, la contestación juvenil y obrera, la oposición a las formas más tradicionales, crean una especie de inquietante fermento que empieza a oponerse frontalmente a la placida apariencia de los años anteriores, esto no solo en aspectos de la vida cotidiana, sino, que también involucra a las artes en todas sus expresiones, de manera que es como si el veneno reprimido tras la rigidez y la intolerancia hubiera salido al exterior y estuviera penetrando él los fundamentos mismos del cuerpo social. “Como consecuencia, la ideología conservadora y retrógrada de la burguesía dominante –cuya moral establece siempre las pautas del cine de terror entendido como género- establece una lógica ligazón entre la claudicación de la mentalidad tradicional ante sus propios fantasmas, y la claudicación definitiva de las formas clásicas ante el empuje de los vanguardismos”.
Desde 1971 cuando el libro se convirtió en best.seller y especialmente desde 1973 cuando se estrenó la película, marcando récords de asistencia de público, el tema de la religión, la posesión y la espiritualidad, así como muchos otros relacionados con éstos, se pusieron de moda. De hecho, el film abrió la puerta a un subgénero del terror, que aún hoy perdura (las recientes Estigma y Almas perdidas, por ejemplo, son prueba de ello).